Fundamentalmente porque a través del juego dramático, se desarrollan de manera lúdica capacidades intelectuales, motrices y afectivas cuyo cultivo favorece el desarrollo del niño@.
Así las prácticas de teatro se plantean también como apoyo pedagógico y didáctico a la labor conjunta que realizan familia y escuela.
L@s niñ@s tienden a “teatralizar” su propia realidad, “hacen teatro” sin saberlo.
Poseen de manera natural un alto potencial lúdico y la espontaneidad propia de quién aún no ha adquirido todas las habilidades sociales y con ellas: inhibiciones, tabúes, auto-limitaciones, miedo a expresarse, a mostrar emociones… lo que facilita la tarea que nos planteamos.
Utilizaremos el teatro también, como medio de comunicación artístico y lúdico. Para aprender, reflexionar sobre hechos y conductas. Para canalizar nuestras emociones: jugar con ellas nos ayuda a aceptarlas, comprenderlas y manejarlas.
En definitiva, como espacio dónde entenderse y entender el mundo (poder expresarlo de formas distintas), un lugar para que el/la niño@ experimente.